viernes, 20 de febrero de 2015

La comunicación del gobierno frente al 18F


Siempre es más fácil opinar desde afuera que gestionar las comunicaciones desde adentro. Más en los casos de crisis o comunicación de controversia, en los cuales es más sencillo opinar con el diario del lunes que estar como piloto de tormentas. Sabiendo que cuento con esa facilidad, voy a compartir con ustedes algunas reflexiones sobre cómo gestionó el gobierno la comunicación frente a la organización de la “marcha del silencio”. El análisis de la comunicación de la organización de la marcha quedará para otro momento, aunque hay que adelantar que fue impecable. Se supo alinear a las demandas de un segmento socioeconómico, soplar sus mensajes con el viento de los grandes medios, planificó correctamente los tiempos, impostó una marca, hasta pudo alinear a los participantes a pocas y simples consignas y contó con la ayuda del tiempo para grabar imágenes épicas de los sucedido.
¿Qué pasó del lado del Gobierno? Inicialmente se adoptó una posición defensiva. Con esto se legitimó el carácter de opositor de la marcha. Ese fue un eje. El otro, atacar la acción minimizándola y cuestionándola. En ese cuestionar, los argumentos fueron desordenados y poco claros. La organización tenía puntos débiles que el gobierno no logró exponer de la mejor manera. También eligió comunicar gestión (Atucha), cosa que conlleva el riesgo de que la acción quede opacada al correr la agenda pública por otro carril.

El gobierno además eligió echar más leña al fuego, lo que hizo incluso crecer la marcha. La incógnita es si esto fue una táctica premeditada o se hizo sin mucho pensamiento, reaccionando ante los movimientos oponentes. Si fue una simple reacción, podemos juzgarla de inoportuna, inefectiva y perjudicial para el mismo Gobierno. Si fue una táctica comunicacional al servicio de una estrategia política, podemos decir que probablemente funcionó. ¿Cuál sería esa estrategia? Dividir. Llevar al extremo las diferencias con la convicción de que en ello se consolidará un capital político que hoy le es propio, que le otorgará una fuerza considerable de aquí a los próximos años, en el mediano plazo. Al margen del debate moral-axiológico que esto implica, o del debate histórico, de si los argentinos estaban antes divididos o fueron divididos ahora, la táctica es la correcta si es esto lo que se busca. Acentuar las diferencias puede fortalecer el núcleo de adhesiones, lo que puede permitir pelear una presidencia en el mejor de los casos ganando con el 40% y con la oposición dividida, o quedarse con varias intendencias y bancas legislativas como primera minoría y condicionar y/o acordar con el próximo gobierno desde allí. Considero que el Gobierno igualmente podría haber evaluado otros caminos: adherir a la marcha, convocar, hablar bien de algunos de sus aspectos. Sea cual fuere la hipótesis acertada en torno a la estrategia política, la conclusión de todo gira sobre la comunicación. Sin una adecuada comunicación de gobierno y política, no hay persuasión, no hay seguidores y no hay poder: ni para dañar, ni para transformar la vida de la gente. Por ello, estimo que con mis colegas tendremos trabajo por mucho tiempo. En cuanto al resultado de la marcha en sí, considero que fue una minoría (considerable y respetable) anti-k bajo la lluvia y una minoría K (considerable y respetable también) mirándola por televisión y twitteando. Mientras tanto, la mayoría de los argentinos esperan propuestas y nuevas soluciones para sus problemas. Para celebrar todos: la libertad de expresión que tenemos en nuestro país y la participación cívica que existe. ¡Salud! 

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