Un cable de la agencia de noticias Reuters procedente de Tokio, informó esta semana que la empresa japonesa Sharp planea competir con Apple al desembarcar en el mercado del libro electrónico. Se una polémica creciente: ¿estamos en la era de la muerte del libro? ¿Desaparecerán las librerías y los viejos paralelogramos de letras papel y tinta? Muertes similares le pronosticaron a la radio cuando emergió la TV, hace ya casi un siglo.
Es muy probable que el libro tradicional tienda a venderse menos. Pero en inversa proporción ya aumenta su prestigio, su valor como instrumento comunicacional y su fenomenal versatilidad frente al plástico, las baterías y los microchips.
Un libro y quien lo firma ocupan un lugar material en el mundo, un tipo de circulación personalizada y un compromiso testimonial único, diferente a la siempre dudosa circulación digital de un texto, con los retoques y recortes que dicha circulación implica. Pero llama la atención la discusión sobre el formato: si la circulación de textos digitales es tan antigua como la existencia de las PC ¿cuál es la novedad? ¿Que ahora tendremos archivos de texto más extensos, para cargar en símil netbooks y “jugar” a que pasamos páginas con el dedo en lugar de usar un vulgar cursor? No estamos hablando entonces de libros, aunque “libro electrónico” suene marketinero.
Finalmente, si al decir de Mc Luhan “el medio es el mensaje” lo cierto es que “el medio” (o soporte, en este caso) ha cambiado poco y nada. Las genuinas transformaciones se dan en los contenidos. Y aquí, contradiciendo al gran Marshall, lo importante no es el tamaño o forma de la pantallita en la cual leemos un texto, sino lo que el propio texto dice.
Es muy probable que el libro tradicional tienda a venderse menos. Pero en inversa proporción ya aumenta su prestigio, su valor como instrumento comunicacional y su fenomenal versatilidad frente al plástico, las baterías y los microchips.
Un libro y quien lo firma ocupan un lugar material en el mundo, un tipo de circulación personalizada y un compromiso testimonial único, diferente a la siempre dudosa circulación digital de un texto, con los retoques y recortes que dicha circulación implica. Pero llama la atención la discusión sobre el formato: si la circulación de textos digitales es tan antigua como la existencia de las PC ¿cuál es la novedad? ¿Que ahora tendremos archivos de texto más extensos, para cargar en símil netbooks y “jugar” a que pasamos páginas con el dedo en lugar de usar un vulgar cursor? No estamos hablando entonces de libros, aunque “libro electrónico” suene marketinero.
Finalmente, si al decir de Mc Luhan “el medio es el mensaje” lo cierto es que “el medio” (o soporte, en este caso) ha cambiado poco y nada. Las genuinas transformaciones se dan en los contenidos. Y aquí, contradiciendo al gran Marshall, lo importante no es el tamaño o forma de la pantallita en la cual leemos un texto, sino lo que el propio texto dice.
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